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La crisis en -y alrededor de- Venezuela y lo que podría hacerse al respecto



Los venezolanos cruzan el puente Simón Bolívar que une San Antonio del Táchira, en Venezuela, con Cúcuta, Colombia, para comprar suministros básicos el 16 de julio de 2016. Fotografía: George Castellanos / AFP / Getty Images

El CDA-Instituto – https://cdainstitute.CA-llevó un enlace a esta pieza en su boletín de noticias del 1 de noviembre.

El creciente desmoronamiento de Venezuela tiene varias dimensiones, todas ellas importantes para cualquiera que se preocupe por la salud política de las Américas y por el impacto en la política internacional en general.

Una crisis multidimensional

Venezuela, nunca una democracia robusta, ha venido en una espiral de des-democratización desde 1998 cuando Hugo Chávez tomó el poder, proceso que se ha acelerado desde su muerte en 2013, y la sucesión de Nicolás Maduro como presidente – que se entrenó en la política como organizador y activista, en Cuba.

Una segunda dimensión es que, bajo Chávez y Maduro, Venezuela, un país que bien pudo presumir de ser uno de los más ricos de América Latina gracias a su enorme reserva de petróleo y gas, se ha convertido en un caso de economía de canasta básica, en gran parte debido a una colosal mala gestión de gobierno, inspirada en un enfoque neo-marxista.

En tercer lugar, esta mala gestión de gobierno venezolano ha sido un gran factor desestabilizador para la región. Desde 2015, unos 2 millones de venezolanos han huido de su país, aproximadamente el cinco por ciento de la población. En conjunto, el número supera a la oleada migratoria que en 2015 ingresó a la Unión Europea. Esto ha tenido enorme repercusión en políticas internas, en particular, provocando un crecimiento en la suerte de los partidos extremistas en países tan diversos como Alemania, Italia y Suecia. La capacidad de estados como Colombia, Ecuador, Perú y Brasil para recibir, albergar e integrar a los que huyen de Venezuela es incomparablemente más limitada que la de cualquiera de los estados europeos.

Y luego están las implicaciones internacionales. Los actores de seguridad cubanos son un bastión clave en el régimen venezolano. Un artículo reciente en el Diario de Cuba afirma que personal de seguridad cubano, junto con elementos rusos y chinos, han estado apoyando al régimen de Maduro para detener a sus oponentes regionales. En particular, se dice que están involucrados en las maniobras que recientemente ha organiza Venezuela a lo largo de su frontera oeste con Colombia. El secretario general de la Organización de los Estados Americanos llegó a decir que Cuba ha colocado a 22,000 miembros de sus propias fuerzas de seguridad en el sector de seguridad venezolano. Varios ex líderes de políticos sudamericanos en una conferencia en Miami han llamado a Venezuela narcoestado.

¿Qué se puede hacer?

Hay varias opciones.

Dialogar

La opción predominante es denunciar el régimen y hacer un llamado para que retorne a la vía democrática. Esto envía un mensaje importante, pero es poco probable que genere una mejora significativa en la situación en Venezuela. Una vez que un régimen autoritario se instala, se necesita una catástrofe de política exterior (Francia tras su guerra fallida contra Argelia) o un serio desafío desde fuera del país (el ataque aliado al régimen de Hitler en la Segunda Guerra Mundial) para generar una dinámica diferente. Los países con una economía que tiene un enfermo terminal como es el caso de Venezuela pueden mantenerse durante décadas. Sabemos esto por las experiencias lamentables de Corea del Norte y Zimbabue, solo dos ejemplos entre muchos.

Acción militar externa

Una segunda opción sería montar una acción militar externa para derrocar el régimen venezolano. Esto fue reconocido por el jefe de la Organización de los Estados Americanos, citado anteriormente, como algo que no debe excluirse. Incluso el presidente Trump ha evocado esta posibilidad. Pero, la amarga verdad es que solo debería concebirse como un último recurso. En la situación actual, cualquier acción militar externa en Venezuela requeriría un rol líder por parte de las fuerzas estadounidenses. Pero las intervenciones militares lideradas por Estados Unidos en países extranjeros en los últimos años, en lugares tan diversos como Afganistán, Irak y Libia, han tendido a empeorar una situación ya difícil. Hay muy pocas razones para creer que una intervención militar en Venezuela terminaría siendo diferente, en particular por el legado estadounidense imperialista en la región.

Y luego está España que también ha intentado jugar un rol predominante en el embrollo venezolano. Su complicidad también plantea serios problemas. Por su pasado como potencia colonial, es reacia a abogar por cualquier acción militar en la región. Al mismo tiempo, España parece tener un poder importante sobre el enfoque de la Unión Europea hacia América Latina, una tendencia que se ha acentuado bajo el actual gobierno de la minoría en Madrid, apoyada en parte por fuerzas políticas aliadas ideológicamente al régimen de Maduro. Lo último desde Bruselas es que mantendrá su régimen de sanciones limitadas contra el régimen de Maduro, pero establecerá un grupo de trabajo para explorar los pros y los contras del diálogo con Caracas, una concesión al actual gobierno de España, que no resolvería nada.

Intervención humanitaria

Una tercera opción es una intervención humanitaria. Este es un enfoque más prometedor, pero lleno de arduos problemas, como quién se comprometería, quién dirigiría la campaña y dónde se centraría la intervención.

Una intervención humanitaria, para que fuera efectiva en el contexto venezolano, tendría que ser multilateral con un fuerte componente regional. Las declaraciones recientes de los cinco Estados sudamericanos y Canadá que presentaron una queja ante la Corte Penal Internacional contra el Estado venezolano sugieren que una gestión multilateral que comprometa a estos Estados ofrecería una buena vía de proyección.

Para ello, semejante intervención multilateral tendría que tener lugar fuera del territorio venezolano, dentro de Colombia, en la frontera oriental con Venezuela. El enclave establecido podría proveer a los venezolanos de alimentos y medicinas, de los que penosamente carecen en las actuales condiciones y facilitar educación para sus hijos. Podría reducir el éxodo masivo de Venezuela a toda la región y crear un santuario que pudiera proveer un entorno seguro para que los opositores al régimen de Maduro se reúnan, organicen y desarrollen una visión alternativa para su país.

Ventajas de una acción humanitaria

Como la acción humanitaria se ubicaría en Colombia, no representaría una amenaza militar directa para Maduro, lo que socavaría su argumento a menudo expresado de que los problemas de Venezuela se deben a las acciones agresivas de otros estados.

Ayudaría a estabilizar una región de Colombia donde su gobierno central ha sido tradicionalmente débil para enfrentar facciones rebeldes como las FARC y el ELN, grupos que desde mediados de los 60’ han aterrorizado a gran parte de Colombia.

Enviaría un mensaje al régimen cubano de que no puede continuar con la exportación de sus alardes revolucionarios al exterior impunemente. También podría ayudar a crear una situación en la que los casi sesenta años de dictadura en la isla finalmente se enfrentarán con una inteligente respuesta multilateral, es decir, diferente de lo que ha sido el enfoque de Estados Unidos hasta ahora. La dictadura cubana de unos pocos cientos de familias sobre los once millones de habitantes de Cuba y sus esfuerzos desesperados por prolongar su línea de vida con aventuras extranjeras deben ser contrarrestados de una vez por todas: hacer de Venezuela a Cuba como lo fue Afganistán a la Unión Soviética.

Tal intervención implicaría también un mensaje a los rusos y chinos en el sentido de que no pueden, sin serios costos, aprovechar la situación en América Latina para sus fines de explotación. Estas dos potencias revanchistas han estado usando la crisis en Venezuela en un esfuerzo de crear una preocupación por la seguridad en el patio trasero de Estados Unidos que disminuiría su capacidad de intervenir en sus respectivos países cercanos en el extranjero. Esto es, sus roles en Venezuela son los de los spoilers. No derramarán sangre por Maduro, al menos no bajo las condiciones estratégicas prevalecientes.

Cualquier acción humanitaria como la que se propuso anteriormente tendría que tomar en cuenta las decisiones recientes de la ONU para reforzar sus esfuerzos para enfrentar la crisis. Pero estos esfuerzos solo pueden ir tan lejos como lo permita el poder de veto de Rusia y China en el Consejo de Seguridad.

Entonces, habría problemas legales y financieros complicados para un Estado de primera línea como Colombia al aceptar establecer un corredor humanitario. Sin embargo, creo que palidecen en comparación con los desafíos que Colombia y otros estados regionales deben enfrentar si su enfoque sigue siendo esencialmente bilateral.

Sobre todo, una intervención humanitaria enviaría una señal a la propia oposición a Maduro en Venezuela de que hay otra forma de avanzar: a saber, que hay varios países dispuestos a tomar medidas concretas para apoyar al pueblo de Venezuela. Esto podría significar un cambio de juego.

¿Y Canadá en todo esto?

Canadá ha desempeñado un papel destacado en los esfuerzos regionales para organizar la resistencia a la dictadura de Venezuela, en particular al trabajar con el Grupo de Lima, esta reunión de países latinoamericanos que ha tratado de sortear las restricciones políticas en el trabajo de la Organización de los Estados Americanos. Pero Canadá necesita intensificar sus esfuerzos en nombre de la región. Este no es solo un imperativo moral. Los políticos canadienses deben tener en cuenta que su papel en la región también va a determinar cómo la creciente comunidad latina de Canadá va a votar en las futuras elecciones federales.

(traducción revisada por Olga Colella, AllSpanish, Buenos Aires)

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