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El acercamiento entre los Estados Unidos y Cuba y su amplia repercusión



Publicado el dia 30 de enero 2015 en el Centre of Security Governance

El 17 de diciembre pasado, los Estados Unidos y Cuba anunciaron que estarían avanzando en el proceso de restablecer las relaciones diplomáticas y liberar a los ciudadanos respectivos retenidos como prisioneros. El Presidente Obama encomendó a su país reexaminar el bloqueo impuesto a Cuba desde 1962 -el más largo del planeta. Para el año 2017, un poco antes de que el Presidente deje su cargo, este proceso habrá de estar concluido.

El acercamiento entre Washington y la Habana es tentativo, complicado e incierto. Sus implicaciones en el mediano y largo plazo están tan involucradas con muchas otras cosas que van ocurriendo no solo en las relaciones entre los dos países sino también en todo el mundo, que sería temerario arriesgar un pronóstico sobre el impacto final de esta iniciativa.

Dicho todo esto, el acercamiento habla a favor de un potencial cambio fundamental en la política de la isla y en la de varios otros países, incluidos los que son benefactores tradicionales de Cuba.

Hace poco más de seis meses, Putin, el Presidente de Rusia, llevó a cabo un viaje relámpago por América latina, en el que, en seis días, visitó Cuba, Nicaragua, Argentina y Brasil. Su objetivo era, claramente, forjar una nueva generación de relaciones entre Rusia y la región, en un intento de contrarrestar el papel de los Estados Unidos en esta área y más allá de la misma.

En Cuba, Putin perdonó el 90 % de la deuda que el país contrajo durante el periodo soviético: 32 mil millones de dólares. En Nicaragua, la visita del Presidente Putin traía aparejada la especulación sobre la posibilidad de que dinero ruso y chino fuera utilizado para construir un competidor nicaragüense al Canal de Panamá. En Argentina, Putin intentó aprovechar las tensiones persistentes que el país mantiene con jurisdicciones estadounidenses sobre las condiciones para devolver dinero a acreedores de su deuda en los EE.UU. En Brasil, él intentaba satisfacer las ambiciones de la elite nacional de que su país pueda jugar un papel hegemónico regional, rivalizando así con la posición de EE.UU. sobre el continente. Fue en Brasil que Putin firmó un acuerdo para crear un Banco de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que debería financiar futuros proyectos de desarrollo y competir con los programas tradicionalmente dominantes en la región.

Con el reciente revés de la economía rusa, hoy ninguna de estas iniciativas resultaría creíble. Hasta se podría llegar a suponer que a Rusia le gustaría contar nuevamente con los treinta mil millones de dólares perdonados a Cuba poco más de seis meses atrás.

Y luego, está Venezuela. Si bien Putin eligió no visitar Caracas en su viaje, este país ha jugado un papel clave en los planes de Moscú sobre la región. Venezuela ha sido un comprador entusiasta de armamento ruso. Los dos países juntos han conducido maniobras navales, entre otras cosas. Pero Venezuela, que ha ido garantizando las necesidades energéticas cubanas en lo equivalente a más o menos el 15% de su PBI, se encuentra ahora con su economía en caída libre. Por ejemplo, la heladería más popular de Caracas recientemente anunció que tenía que cerrar por ¡falta de leche!

El acercamiento entre los Estados Unidos y Cuba habrá enviado señales también a los países extranjeros próximos a la frontera de Rusia. Era de suponer que Bielorrusia y Kazajstán tenían que jugar un papel destacado en la estrategia rusa de reintegración regional. Los dos países fueron fundadores de la Unión aduanera establecida con Rusia el 1º de enero de 2010. Una Unión Económica Euroasiática (UEE) con objetivos más ambiciosos – y a la que Ucrania se habría unido también, si el Presidente Putin hubiera conseguido lo que quería – entró en vigencia el 1º de enero de 2015. Pero el éxito de la UEE se fundaba en la idea de que Rusia pudiera comportarse como la economía hegemónica de la región, capaz de mover recursos considerables en dirección de sus socios. Con la caída del rublo y el crecimiento de los desafíos que Rusia enfrenta para devolver sus deudas, esto ya no es una opción viable.

Mucho tiempo antes del desplome del rublo, ambos países se resistieron a los esfuerzos de Moscú de resaltar a la UEE como una estructura que podría fomentar relaciones más estrechas en el espacio que perteneciera a la Unión Soviética. Ninguno de los dos países aprobaban las contra-sanciones de Rusia contra el Oeste. El acercamiento entre los Estados Unidos y Cuba habrá puesto otro clavo en el ataúd de las ambiciones de Putin de abarcar esta integración regional.

Días después del anuncio del acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, el Presidente de Bielorrusia, Lukashenko, y su equivalente de Kazajtán, Nazarbayev, viajaron a Kiev para reunirse con el presidente ucraniano Poroshenko. Ambos líderes han sido mencionados por hacer declaraciones en Kiev, que habrían hecho parpadear a los del Kremlin. En una conferencia de prensa del día 21 de diciembre, Lukashenko dijo que no tenía miedo a nadie -todo el mundo entendió que nadie era el Presidente Putin-. Al día siguiente, en un evento público similar, Nazarbayev se refirió al conflicto en Ucrania como un “sinsentido” que no debería estar ocurriendo.

En cuanto a China, por cierto no va a abandonar a Rusia, pero muy probablemente va a elevar las apuestas. Beijing aún desea que Rusia produzca problemas en Europa, que disminuirán la capacidad de las democracias occidentales de interponerse a sus ambiciones sobre Asia. Lo que en su momento se describió como una relación en la que Rusia jugaba el papel de suplicante -cuando pactó importantes acuerdos energéticos con la RPC Beijing a principios del año pasado- es probable que ahora se intensifique.

El acuerdo entre los Estados Unidos y Cuba también remarca que el 44º Presidente americano no es, de ninguna manera, un hombre ‘que se duerma en los laureles’. Es posible que ejerza más influencia sobre la situación internacional en los dos últimos años de su mandato que la que ha tenido hasta ahora. Hasta es posible que llegue a merecer su Premio Nobel de la Paz. Como mínimo, el acercamiento a Cuba otorga una apertura electoral prometedora a su sucesor del partido democrático para el 2016, y está en ella o él, despilfarrarla o no.

Volviendo a la situación política en Cuba, Raúl, el Castro más joven, ha estado en el poder desde el 2006. Fue elegido por segunda vez en el 2013 por un mandato que acabará en el 2018, cuando tendrá nada más ni nada menos que 87 años.

Los comunistas cubanos pueden hacer la cuenta: saben que tienen un máximo de tres o cuatros años para convertirse en otra clase de políticos o abrir sus propios negocios, aprovechando a fondo las ventajas de las nuevas oportunidades económicas que están abriéndose con el acercamiento entre los Estados Unidos y Cuba. O pueden apostar a una revolución mundial, al estilo Putin.

Dicho sea de paso, fue la amplia liberalización de las restricciones de viajar que Raúl Castro introdujo en 2013 lo que permitió a cientos de miles de cubanos salir al extranjero. Una decisión parecida, tomada hace veinticinco años, provocó la caída del Muro de Berlín.

Para la versión en español recibimos la colaboración de la Escuela All-Spanish, de Buenos Aires, Argentina.

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